La revolución tecnológica redefine la práctica legal, desde contratos electrónicos hasta regulaciones de criptoactivos. Este artículo explora cómo la abogacía se transforma, adoptando nuevos roles y enfrentando desafíos regulatorios. Descubre cómo la integración de la tecnología redefine la eficiencia en el ejercicio diario, y por qué los abogados del futuro deben ser estratégicos, adaptativos y aprovechar herramientas como los indicadores clave de desempeño (KPI) para potenciar su rendimiento y satisfacer las crecientes demandas de un mundo legal en constante evolución.
La percepción y la interacción con el mundo han experimentado un cambio significativo, afectando diversas áreas de la vida, incluyendo las prácticas y la rutina diaria de los abogados. Ahora, los contratos pueden ser establecidos electrónicamente, las firmas pueden ser realizadas mediante algoritmos digitales, y el consentimiento puede expresarse a través de firmas electrónicas. El uso de billeteras virtuales para realizar pagos y la tokenización de negocios por parte de individuos o entidades disruptivas son cada vez más comunes, con la Unión Europea liderando la regulación de criptoactivos, inteligencia artificial (IA), y revisando las normativas de protección de datos.
Esta revolución tecnológica está transformando de manera irreversible el mercado legal, ya que el derecho, cuyo principal pilar es establecer y aplicar reglas para mantener la paz social, se ve desafiado por estos cambios. La interacción social ha evolucionado desde la comunicación personal y telefónica hasta la prevalencia de las interacciones digitales y el teletrabajo. Esta transformación, que ha ocurrido principalmente en los últimos 20 años, requiere la creación de un nuevo marco regulatorio que facilite los negocios y regule las relaciones civiles, comerciales y laborales, sin frenar el avance tecnológico.
Surge la interrogante sobre cómo generar estas nuevas normas si los legisladores, la justicia y los abogados no se involucran con la tecnología. A pesar de estos cambios, se destaca que la abogacía no desaparecerá, sino que se transformará. El abogado del futuro se verá más vinculado con la tecnología, asumiendo roles como gestor de proyectos, programador, o colaborando estrechamente con profesionales de la tecnología.
La transformación implica ver los contratos como flujos de actividades programables en una cadena de bloques, permitiendo ejecuciones automáticas (smart contracts). La inteligencia artificial, como el Chat GPT, puede ser utilizada para diversas tareas rutinarias, aunque se advierte que no reemplaza la aplicación precisa del derecho. Se enfatiza que la tecnología ha generado un cambio en la percepción de la profesión legal, demandando habilidades más estratégicas y menos rutinarias por parte de los abogados.
El texto también destaca ejemplos de innovación en la regulación de criptoactivos en diversas regiones del mundo, subrayando la importancia de que los abogados se relacionen activamente con la tecnología. Se argumenta que los países que no se adapten y regulen rápidamente perderán oportunidades en la misma medida que aquellos que lideran esta transformación.
Además, se aborda cómo el ejercicio diario de la abogacía ha evolucionado, especialmente en el contexto postpandemia, donde la digitalización y el uso de tecnología han aumentado la eficiencia en la gestión de expedientes, la toma de audiencias y la firma de contratos. Se plantea la necesidad de un abogado más eficiente, capaz de enfocarse en tareas estratégicas y no en actividades rutinarias.
Finalmente, se destaca la importancia de medir el rendimiento del abogado a través de indicadores clave de desempeño (KPI), proponiendo que la eficiencia ya no se mide solo en términos de ganar o perder pleitos, sino en la capacidad de utilizar el tiempo de manera estratégica y satisfacer las necesidades cambiantes de los clientes. Se sugiere que la tecnología puede ser una aliada en este proceso, facilitando la medición y optimización de las actividades legales.